La impresión primera o el pescador - Poemas de JUAN BAUTISTA ARRIAZA
La impresión primera o el pescador
Poema publicado el 18 de Junio de 2005
Orillas del mar tendido
un pescador a sus solas,
como la roca a las olas y
así burlaba a Cupido:
no pretendas, dios traidor,
que te doble la rodilla,
mi tesoro es mi barquilla,
mis redes sólo mi amor.
Cuando algún incauto pez
entra en mis redes, le digo:
tal quisiera hacer conmigo
el amor alguna vez:
pero no espere el traidor
un vasallo en esta orilla;
que mi bien es mi barquilla,
mis redes sólo mi amor.
Yo vi de Nerina ingrata
al amante, ¡pobrecillo!
Que no vi ningún barquillo
a quien más la mar combata:
¿y me ofrecerás, traidor,
una ley que tanto humilla?
No: mi bien es mi barquilla,
mis redes sólo mi amor.
La bella Silvia, que en tanto
por la ribera venía,
oyó cómo repetía
el marinero en su canto:
«nunca mandarás, traidor,
en mi voluntad sencilla:
que mi bien es mi barquilla,
mis redes sólo mi amor.»
Entonces Silvia le mira,
y el corazón le penetra:
él va a repetir su letra,
y en vez de cantar suspira.
Adiós pobre pescador,
adiós red, adiós barquilla;
que ya no hay en esta orilla
sino vasallos de amor.
Poema publicado el 18 de Junio de 2005
Orillas del mar tendido
un pescador a sus solas,
como la roca a las olas y
así burlaba a Cupido:
no pretendas, dios traidor,
que te doble la rodilla,
mi tesoro es mi barquilla,
mis redes sólo mi amor.
Cuando algún incauto pez
entra en mis redes, le digo:
tal quisiera hacer conmigo
el amor alguna vez:
pero no espere el traidor
un vasallo en esta orilla;
que mi bien es mi barquilla,
mis redes sólo mi amor.
Yo vi de Nerina ingrata
al amante, ¡pobrecillo!
Que no vi ningún barquillo
a quien más la mar combata:
¿y me ofrecerás, traidor,
una ley que tanto humilla?
No: mi bien es mi barquilla,
mis redes sólo mi amor.
La bella Silvia, que en tanto
por la ribera venía,
oyó cómo repetía
el marinero en su canto:
«nunca mandarás, traidor,
en mi voluntad sencilla:
que mi bien es mi barquilla,
mis redes sólo mi amor.»
Entonces Silvia le mira,
y el corazón le penetra:
él va a repetir su letra,
y en vez de cantar suspira.
Adiós pobre pescador,
adiós red, adiós barquilla;
que ya no hay en esta orilla
sino vasallos de amor.
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