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Variaciones - Poemas de José Garés Crespo


 
 
Variaciones
Poema publicado el 23 de Julio de 2000




-I-
Tientos, tocatas... bajos continuo y rumores
de aguas mansas. Cabanilles y el largo aroma
de nuestros valles que recreó Bach, en las brumas
turingias. La fría y desangelada palidez
del barroco deseo sublimado. Ahora
la morbidez de tus pechos, virtuosos mensajes
de vida y triunfo, de la extraviada cadena,
nos hace humanos. Con cada guiño, susurro,
túnica o enagua, volvemos al largo que nunca
debimos abandonar. Y con la danzarina
que administras, y el morbo que muestras cuando
miras fresca, adolescente, desnuda, oscura,
vibrante, de nuevo anuncias ser mullido césped,
dosel nocturno, o solo mujer enamorada.
De aquellos largos sutiles y bien temperados
besos, un día pasto del olvido, hoy quedan
las evidencias triunfales que nos iluminan
con el vuelo de albatros y gaviotas. Sonatas
y tantos deseos de perdernos abrazados.
Música de tu voz abierta, fresca y madura,
santo registro de aquel burdel, juramentada
en falso, deseante, celosa de lejanías
que buscan tu puerta, que abre tus valles, mares
y noches eternas sobre el regazo embriagado.
La perversa y atávica esperanza de penetrar
en tu corazón, a fin de cuentas carne, órganos,
clavicordios, voces graves, triples... Variaciones.

-II-

Nacemos, apenas armamos un ideario
para no naufragar, y sin que nadie ajeno
nos guíe, cada noche algo nos traiciona.
No sabemos hacia dónde, pero la vida
huye de lo que un día fuimos y amamos,
y de lo que quisimos ser. Buscamos iconos,
los nuestros, y los enarbolan manos ajenas.
Alguien nos empuja a salvaguardar todo cuanto
tenemos consensuado, y un día, en un instante
de lucidez, nos tambaleamos. Algunos muchos,
atemorizados, hablaron de una traición,
después de roer, durante años, el haz y el envés.
Cuánto tiempo perdido para, un día, llegar
a la tierra prometida, donde duerme y espera
el vigía, solícito de amor hereje
que emboscó su infancia, diluyó la ternura
y salvó la soledad y la luz del agnóstico.
Todavía, a veces, sonrío, indiferente,
intento acoplar mi paso al del universo,
añoro al hijo que no tuve y se me congela
la rabia. Solo tú me anuncias luz. Y sigo.

-III-

Arrullada por los vientos del mar confiado,
te asomas desde el triste balcón de la ola madre,
hastiada de redimir tu desierto, indolente
olvido, agotada tu sonrisa, repleta
de delirios y amarantos. Colores. Protegida
y adecentada en la parquedad juvenil
de tu vello y sus excesos, reclamas el relámpago
audaz, la futura distancia de la lujuria
rebelde. Hembra y pletórica aún, ansías
el amor de tu sangre, la sangre de tu risa
y te rindes a mis pies soltando el pareo,
abriéndome tu alma, los horizontes perdidos,
abandonándote al conjuro de mis caprichos,
tus convulsiones, mis esperanzas y tus antojos.
Sé que temblarás, diminuta, sobre mi pecho,
como las alas sobre el crepúsculo. Risas y plumas
por el aire. Rosas de sal marina sazonan
nuestros días. Los rumores, asombrados, traban
las derivas del guiño, suspenden el crepúsculo.
Pronto, quizá a tientas, pero cabalgarás
sobre mi tiempo, al alba, huyendo del vacío.
Sobre ti dormirá el placer y los temores
y el halago. Serán el reflejo malherido
por las ausencias y el silencio del collage
singular que fuimos. Dos torbellinos sin rumbo.
Tu y yo sabemos que en la entrega y abandono
duerme el ritual que quiebra espejos y oculta
símbolos, que se abrió al amor. Porque eres mujer
de mil deseos, de cien orgasmos y pretendes
ser de un solo hombre, aunque tu constelación,
el agua y la sal sobre tu fuego, te sumergen
en la vida. Ni cerca ni lejos, mar ni cielo,
nube ni arena, disuelta y cautiva, liviana
e imprescindible. Tan espléndida. Y pura,
igual que la sed enamorada de tu vientre.


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