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Pabellón británico - Poemas de HÉCTOR VIEL TEMPERLEY


 
 
Pabellón británico
Poema publicado el 19 de Marzo de 2004

               

                                                  Mes de marzo de 1986

                                                  (Versión con esquirlas
                                                  y “Christus Pantokrator”)



Pabellón Rosetto, larga esquina de verano, armadura de mariposas: Mi madre
      vino al cielo a visitarme.

Tengo la cabeza vendada. Permanezco en el pecho de la Luz horas y horas.
      Soy feliz. Me han sacado del mundo.

Mi madre es la risa, la libertad, el verano.

A veinte cuadras de aquí yace muriéndose.

Aquí besa mi paz, ve a su hijo cambiado, se prepara –en Tu llanto- para
      comenzar todo de nuevo.

HOSPITAL BRITÁNICO

      La muchacha regresa con rostro de roedor, desfigurada por no querer saber
            lo que es ser joven.

      Llevando otro embarazo sobre las largas piernas, me pide humildemente
            fechas para una lápida. (1984)

HOSPITAL BRITÁNICO

      ¿Quién puso en mí esa misa a la que nunca llego? ¿Quién puso en mi
            camino hacia la misa a esos patos marrones —o pupitres con las alas
            abiertas—que se hunden en el polvo de la tarde sobre la pérgola que
            cubrían las glicinas? (1984)

HOSPITAL BRITÁNICO

      Voy hacia lo que menos conocí en mi vida: voy hacia mi cuerpo . (1984)

PABELLÓN ROSETTO

      Aquella blanca pared nueva, joven, que hablaba a las palmeras de una playa
            -enfermeras de pechos de luz verde- en una fotografía que perdí en mi
            adolescencia.

PABELLÓN ROSETTO

      Soñé que nos hundíamos y que después nadábamos hacia la costa
            lentamente y que de nuestras sombras de color verde claro huían los
            tiburones. (1978)

PABELLÓN ROSETTO

      Si me enseñaras qué es el verde claro... (1978)

PABELLÓN ROSETTO

      Es difícil llegar a la capilla: se puede orar entre las cañas en el viento debajo
            de la cama. (1984)

      "Christus Pantokrator"

      La postal tiene una leyenda: "Christus Pantokrator, siglo XIII".

      A los pies de la pared desnuda, la postal es un Christus Pantokrator en la
            mitad de un espigón larguísimo. (1985)

      "Christus Pantokrator"

      Entre mis ojos y los ojos de Christus Pantokrator nunca hay piso. Siempre
            hay dos alpargatas descosidas, blancas, en un día de viento.

      Con la postal en el zócalo, con Christus Pantokrator en el espigón larguísimo,
            mi oscuridad no tiene hambre de gaviotas. (1985)

      "Christus Pantokrator"

      La postal viene de marineros, de pugilistas viejos en ese bar estrecho que
            parece un submarino—de maderas y latas—hundiéndose en el sol de la
            ribera.

      La postal viene de un Christus Pantokrator que cuando bajo las persianas,
            apago la luz y cierro los ojos, me pide que filme Su Silencio dentro de una
            botella varada en un banco infinito. (1985)

      "Christus Pantokrator"

      Delante de la postal estoy como una pala que cava en el sol, en el Rostro y
            en los ojos de Christus Pantokrator. (1985)

      Sé que sólo en los ojos de Christus Pantokrator puedo cavar en la
            transpiración de todos mis veranos hasta llegar desde el esternón, desde
            el mediodía, a ese faro cubierto por alas de naranjos que quiero para el
            niño casi mudo que llevé sobre el alma muchos meses. (Mes de Abril de
            1986)

LARGA ESQUINA DE VERANO

      Alguien me odió ante el sol al que mi madre me arrojó. Necesito estar a
            oscuras, necesito regresar al hombre. No quiero que me toque la
            muchacha, ni el rufián, ni el ojo del poder, ni la ciencia del mundo. No
            quiero ser tocado por los sueños.

      El enano que es mi ángel de la guarda sube bamboleándose los pocos
            peldaños de madera ametrallados por los soles; y sobre el pasamano de
            coronas de espinas, la piedra de su anillo es un cruzado que trepa
            somnoliento una colina: burdeles vacíos y pequeños, panaderías abiertas
            pero muy pequeñas, teatros pequeños pero cerrados—y más arriba ojos
            de catacumbas, lejanas miradas de catacumbas tras oscuras pestañas
            a flor de tierra.

      Un tiburón se pudre a veinte metros. Un tiburón pequeño —una bala con
            tajos, un acordeón abierto— se pudre y me acompaña. Un tiburón —un
            criquet en silencio en el suelo de tierra, junto a un tambor de agua, en una
            gomería a muchos metros de la ruta— se pudre a veinte metros del sol en
            mi cabeza: El sol como las puertas, con dos hombres blanquísimos, de
            un colegio militar en un desierto; un colegio militar que no es más que un
            desierto en un lugar adentro de esta playa de la que huye el futuro. (1984)

LARGA ESQUINA DE VERANO

      ¿Nunca morirá la sensación de que el demonio puede servirse de los cielos,
            y de las nubes y las aves, para observarme las entrañas?

      Amigos muertos que caminan en las tardes grises hacia frontones de pelota
            solitarios: El rufián que me mira se sonríe como si yo pudiera desearla
            todavía.

      Se nubla y se desnubla. Me hundo en mi carne; me hundo en la iglesia de
            desagüe a cielo abierto en la que creo. Espero la resurrección espero su
            estallido contra mis enemigos— en este cuerpo, en este día, en esta
            playa. Nada puede impedir que en su Pierna me azoten como cota de
            malla -y sin ninguna Historia ardan en mí- las cabezas de fósforos de todo
            el Tiempo.

      Tengo las toses de los viejos fusiles de un Tiro Federal en los ojos. Mi vida
            es un desierto entre dos guerras. Necesito estar a oscuras. Necesito
            dormir, pero el sol me despierta. E1 sol, a través de mis párpados, como
            alas de gaviotas que echan cal sobre toda mi vida; el sol como una zona
            que me había olvidado; el sol como un golpe de espuma en mis confines;
            el sol como dos jóvenes vigías en una tempestad de luz que se ha
            tragado al mar, a las velas y al cielo. (1984)

LARGA ESQUINA DE VERANO

      La boca abierta al viento que se lleva a las moscas, el tiburón se pudre a
            veinte metros. El tiburón se desvanece, flota sobre el último asiento de la
            playa —del ómnibus que asciende con las ratas mareadas y con frío y
            comienza a partirse por la mitad y a desprenderse del limpiaparabrisas,
            que en los ojos del mar era su lluvia.

      Me acostumbré a verlas llegar con las nubes para cambiar mi vida. Me
            acostumbré a extrañarlas bajo el cielo: calladas, sin equipaje, con un
            cepillo de dientes entre sus manos. Me acostumbré a sus vientres sin
            esposo, embarazadas jóvenes que odian la arena que me cubre. (1984)

LARGA ESQUINA DE VERANO

      ¿Toda la arena de esta playa quiere llenar mi boca? ¿Ya todo hambre de
            Rostro ensangrentado quiere comer arena y olvidarse?

      Aves marinas que regresan de la velocidad de Dios en mi cabeza: No me
            separo de las claras paralelas de madera que tatuaban la piel de mis
            brazos junto a las axilas; no me separo de la única morada —sin paredes
            ni techo— que he tenido en el ígneo brillante de extranjero del centro de
            los patios vacíos del verano, y soy hambre de arenas —y hambre de
            Rostro ensangrentado.

      Pero como sitiado por una eternidad, ¿yo puedo hacer violencia para que
            aparezca Tu Cuerpo, que es mi arrepentimiento? ¿Puedo hacer violencia
            con el pugilista africano de hierro y vientre almohadillado que es mi pieza
            sin luz a la una de la tarde mientras el mar -afuera- parece una armería?
            Dos mil años de esperanza, de arena y de muchacha muerta, ¿pueden
            hacer violencia? Con humedad de tienda que vendía cigarrillos negros,
            revólveres baratos y cintas de colores para disfraces de Carnaval, ¿se
            puede todavía hacer violencia?

      Sin Tu Cuerpo en la tierra muere sin sangre el que no muere mártir; sin Tu
            Cuerpo en la tierra soy la trastienda de un negocio donde se deshacen
            cadenas, brújulas, timones —lentamente como hostias— bajo un
            ventilador de techo gris sin Tu Cuerpo en la tierra no sé cómo pedir
            perdón a una muchacha en la punta de guadaña con rocío del ala
            izquierda del cementerio alemán (y la orilla del mar espuma y agua
            helada en las mejillas —es a veces un hombre que se afeita sin ganas
            día tras día).( 1985)

LARGA ESQUINA DE VERANO

      ¿Soy ese tripulante con corona de espinas que no ve a sus alas afuera del
            buque, que no ve a Tu Rostro en el afiche pegado al casco y desgarrado
            por el viento y que no sabe todavía que Tu Rostro es más que todo el mar
            cuando lanza sus dados contra un negro espigón de cocinas de hierro
            que espera a algunos hombres en un sol donde nieva ? ( 1985 )

      Tu Rostro

      Tu Rostro como sangre muy oscura en un plato de tropa, entre cocinas frías y
            bajo un sol de nieve; Tu Rostro como una conversación entre colmenas
            con vértigo en la llanura del verano; Tu Rostro como sombra verde y negra
            con balidos muy cerca de mi aliento y mi revólver; Tu Rostro como sombra
            verde y negra que desciende al galope, cada tarde, desde una pampa a
            dos mil metros sobre el nivel del mar; Tu Rostro como arroyos de violetas
            cayendo lentamente desde gallos de riña; Tu Rostro como arroyos de
            violetas que empapan de vitrales a un hospital sobre un barranco. (1985)

      Tu Cuerpo y Tu Padre

      Tu Cuerpo como un barranco, y el amor de Tu Padre como duras mazorcas
            de tristeza en Tus axilas casi desgarradas. (1985)

TENGO LA CABEZA VENDADA (texto profético lejano)

      Mi cabeza para nacer cruza el fuego del mundo pero con una serpentina de
            agua helada en la memoria. Y le pido socorro. (1978)

TENGO LA CABEZA VENDADA

      Mariposa de Dios, pubis de María: Atraviesa la sangre de mi frente —hasta
            besarme el Rostro en Jesucristo
(1982)

TENGO LA CABEZA VENDADA  (textos proféticos)

      Mi cuerpo—con aves como bisturíes en la frente—entra en mi alma. (1984)

      El sol, en mi cabeza, como toda la sangre de Cristo sobre una pared de
            anestesia total. (1984)

      Santa Reina de los misterios del rosario del hacha y de las brazadas lejos
            del espigón: Ruega por mí que estoy en una zona donde nunca había
            anclado con maniobras de Cristo mi cabeza. (1985)

      Señor: Desde este instante mi cabeza quiere ser, por los siglos de los siglos,
            la herida de Tu Mano bendiciéndome en fuego. (1984)

      El sol como la blanca velocidad de Dios en mi cabeza, que la aspira y
            desgarra hacia la nuca. (1984)

TENGO LA CABEZA VENDADA  (texto del hombre en la playa)

      El sol entra con mi alma en mi cabeza (o mi cuerpo —con la Resurrección—
            entra en mi alma). (1984)

TENGO LA CABEZA VENDADA  (texto del hombre en la playa)

      Por culpa del viento de fuego que penetra en su herida, en este instante, Tu
            Mano traza un ancla y no una cruz en mi cabeza.

      Quiero beber hacia mi nuca, eternamente, los dos brazos del ancla del
            temblor de Tu Carne y de la prisa de los Cielos. (1984)

TENGO LA CABEZA VENDADA (texto del hombre en la playa)

      Allá atrás, en mi nuca, vi al blanquísimo desierto de esta vida de mi vida; vi
            a mi eternidad, que debo atravesar desde los ojos del Señor hasta los
            ojos del Señor. (1984)

ME HAN SACADO DEL MUNDO

      Soy el lugar donde el Señor tiende la Luz que Él es.

ME HAN SACADO DEL MUNDO

      Me cubre una armadura de mariposas y estoy en la camisa de mariposas
            que es el Señor—adentro, en mí.

      El Reino de los Cielos me rodea. El Reino de los Cielos es el Cuerpo de
            Cristo —y cada mediodía toco a Cristo.

      Cristo es Cristo madre, y en Él viene mi madre a visitarme.

ME HAN SACADO DEL MUNDO

      "Mujer que embaracé", "Pabellón Rosetto", "Larga esquina de verano":

      Vuelve el placer de las palabras a mi carne en las copas de unos eucaliptus
            (o en los altos de "B.", desde los cuales una vez -sólo una vez- vi a una
            playa del cielo recostada en la costa).

ME HAN SACADO DEL MUNDO

      Manos de María, sienes de mármol de mi playa en el cielo:

      La muerte es el comienzo de una guerra donde jamás otro hombre podrá ver
            mi esqueleto.

LA LIBERTAD, EL VERANO (A mi madre, recordándole el fuego)

      Porque parto recién cuando he sudado y abro una canilla y me acuclillo como
            junto a un altar, como escondido, y el chorro cae helado en mi cabeza y
            desliza su hostia hacia mis labios, envuelta en los cabellos que la siguen.
            ( 1976)

      Vengo de comulgar y estoy en éxtasis aunque comulgué con los cosacos
            sentados a una mesa bajo el cielo y los eucaliptus que con ellos se
            cimbran estos días bochornosos en que camino hasta las areneras del
            sur de la ciudad —el vizcaíno, santa adela, la elisa. (1982)

      Por las paredes de los rascacielos el calor y el silencio suben de nave en
            nave: Obsesivo verano de fotógrafo en fotógrafo, ojos del Arponero que
            rayan lo que miran, Ser de avenidas verticales que jamás fue azotado.
            (1978)

      Después íbamos al África cada día de nuevo —antes que nada, antes de
            vestirnos— mientras rugían las fieras abajo en el zoológico, subía un sol
            sangriento a sus jazmines, y nosotros nos odiábamos, nos deseábamos,
            gritábamos... (1978)

      Instantes de anestesia, de lento alcohol de anoche todavía en la sangre de
            pie de una muchacha desnuda y más dorada que la escoba: Necesito
            aferrarme de nuevo a la llanura, al ave blanca del corpiño en la pileta de
            lavar, detrás de la estación y entre las casuarinas. (1984)

      Tengo la foto de dos novios que cayeron al mar. Están vestidos de invierno,
            los invito a desnudarse. En las siestas nos sentamos junto a la bomba de
            agua y nos miramos: de nuevo embolsan luz los pechos de ella; él amaba
            a los caballos v una vez intentó suicidarse. (1978)

      Necesito oler limón, necesito oler limón. De tanto respirar este aire azul, este
            cielo encarnizadamente azul, se pueden reventar los vasos de sangre
            más pequeños de mi nariz. (1969)

      Y a las siestas, de pie, los guardavidas abatían la sal de sus cabezas con
            una damajuana muy pesada, de agua dulce y de vidrio verde, grueso, que
            entre todos cuidaban. (1982)

YACE MURIÉNDOSE

      Toda la transpiración de mi cuerpo regresará a mis ojos cuando muera el
            tambor en donde fui formado y hablé con Él —como un niño borracho—
            entre sillas caídas, río crecido y juncos.

      Todas las lágrimas de mi vida volverán a mis ojos; y por las hondas sedas
            de un pecho de caballo querré internarme, huír, refugiarme en mi casa de
            trozos esparcidos de ballenas: mi casa como cuerpo de varón recién
            nacido en el tórrido vientre del silencio. (1985)

YACE MURIÉNDOSE

      Nunca más pasaré junto al bar que daba al patio de la Capitanía. No miraré
            la mesa donde fuimos felices:

      El sol como ese lugar bajo las aguas de un río de tierra y de naranjas donde
            antes de aprender a caminar miré a Dios como un hombre que sabe qué
            es la guerra. El sol como esas aguas de tierra y de naranjas donde sin
            extrañar la respiración, el aire, lo miré de este modo: "Recuerdo una
            victoria lejana (tantos salvados rostros que después nadie quiere
            recordarme) y estoy en paz con mi conciencia todavía". (1984)

YACE MURIÉNDOSE

      La dejé sobre un lecho de vincapervincas altas, frías, violáceas.

      Por su final de arroyo, la herida de mi frente llora en las flores y agradece.

YACE MURIÉNDOSE

      Dentro de cuatro días llegará a Tu Océano con uno de mis soldaditos
            dormido sobre sus labios. Y se dirá, sonriéndome: "Es lo poco que hace
            que este hombre iba al centro del sol cada mañana con un puñado de
            soldados de plomo. Es lo poco que hace que en el centro del sol, cada
            mañana, su corazón era un puñado de soldados de plomo entre gallos" .

Dormido sobre sus labios

      Pequeño legionario, ¡cuánto viento! Pedacito de plomo, pedacito de Sahara:
            Vendrán veranos no obsesivos; pasarán los hijos de mis hijos. (1978)

      Yo puedo hachar todo el día pero no puedo cavar todo el día. No puedo cavar
            en ningún lado sin estar esperando que aparezca de pronto un soldado
            de plomo entre mis pies desnudos. ( 1978 )

PARA COMENZAR TODO DE NUEVO

      Es mi parte de tierra la que llora por los ciruelos que ha perdido.

PARA COMENZAR TODO DE NUEVO

      El verano en que resucitemos tendrá un molino cerca con un chorro
            blanquísimo sepultado en la vena. (1969)


Selección: José Ángel Valente, Blanca Varela,
Andrés Sánchez Robayna y Eduardo Milán.


       

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