Akutagawa - Poemas de Guillermo Fernández
Akutagawa
Poema publicado el 21 de Mayo de 2008
(Después de una lectura de Los engranajes)
Lo que nadie sabía era que,
tras la naturaleza palpable
o el esmalte exterior, el odio del dios
de la venganza afilaba sus cuchillos.
Y cada gesto
encubría la verdadera catástrofe,
que solo se descubre por el peligroso contemplar
y cuando éste nos rebasa, socavando las líneas
de un mundo amortajado.
La enfermedad crece
o la inocencia se agudiza,
poniendo ese horror al desnudo
de lo que sospechosamente vivo
se adhiere a la nada.
Cuando la locura nos toca el hombro
con un semblante convexo
–opíparo semblante del alrededor–,
el cautiverio infernal niega los visos.
Pero la capacidad por resistir admite ropajes
y en ello, ¿estriba la falacia?
Porque solo unas cuantas disipaciones se operan
a través de la tribulación.
Y está bien que tomemos un libro por la noche
aunque los enormes visitantes se aglomeren.
Está bien que nos afane la actividad
o la envolvente costumbre.
Ya que necesariamente lo opuesto es irse para abajo,
como un lingote.
Caer con el peso de alguna convicción;
al empuje de lo que hasta ahora ha sido vedado
y de aquello tumultuoso que nos persigue.
Poema publicado el 21 de Mayo de 2008
(Después de una lectura de Los engranajes)
Lo que nadie sabía era que,
tras la naturaleza palpable
o el esmalte exterior, el odio del dios
de la venganza afilaba sus cuchillos.
Y cada gesto
encubría la verdadera catástrofe,
que solo se descubre por el peligroso contemplar
y cuando éste nos rebasa, socavando las líneas
de un mundo amortajado.
La enfermedad crece
o la inocencia se agudiza,
poniendo ese horror al desnudo
de lo que sospechosamente vivo
se adhiere a la nada.
Cuando la locura nos toca el hombro
con un semblante convexo
–opíparo semblante del alrededor–,
el cautiverio infernal niega los visos.
Pero la capacidad por resistir admite ropajes
y en ello, ¿estriba la falacia?
Porque solo unas cuantas disipaciones se operan
a través de la tribulación.
Y está bien que tomemos un libro por la noche
aunque los enormes visitantes se aglomeren.
Está bien que nos afane la actividad
o la envolvente costumbre.
Ya que necesariamente lo opuesto es irse para abajo,
como un lingote.
Caer con el peso de alguna convicción;
al empuje de lo que hasta ahora ha sido vedado
y de aquello tumultuoso que nos persigue.
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