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Veracruz - Poemas de CÉ MENDIZÁBAL


 
 
Veracruz
Poema publicado el 06 de Febrero de 2003

               



Con el sopor de sus pájaros
flotando entre la ilusión y la fetidez,
cercado por lo gris de una mañana
que no entra ni retrocede,
el golfo es un fiero acápite
en el corazón de la brújula.
Una circular historia
de hipnóticos agravios
y promesas falsas
como las blancas líneas de espuma
como las negras líneas de palabras
que aparecen y desaparecen en la superficie.
También aquí el mar
reprocha su infidelidad a la tierra.
También aquí
la tierra se contiene en su frustrado deseo.
Los barcos se hunden en la niebla,
la otra línea planetaria.
Su adiós siempre es el más largo.
Arrastradas por columnas de aire,
las aves moran en las nubes
pero comen en el agua.
Un puñado de hombres
persigue crustáceos en la arena
y no desdeña la basura.
Los faros miran con su ojo mudo e indulgente
vigilando los vientos y las mareas
que como enemigos agazapados
palpan la densidad del Caribe.

Venir aquí
en pos de la masa de agua.
Soñar que los sentimientos existen,
que hay misterio
en el redondo vuelo de los pájaros
que van de algún lugar a alguna parte
mientras las naves tantean el horizonte
como agujas encerradas en los compases
apretando su duermevela
marcando un tiempo
que no es el tuyo,
ni es el mío
con sus centenares de hombres
en sus oxidados vientres
con sus laboriosas vidas
que no son como la tuya
o la mía
varadas hoy en la tierra,
quién sabe para siempre.

En la rada,
el Trust, el Mentor y el Zim Texas
con el soporífero movimiento de sus brazos mecánicos
cables y poleas,
movilizan su hermandad secreta.
El Setif II y el Pingorade
sacrifican centímetros de su línea de flotación
cuando la carga despierta en sus bodegas.
La pena también aguarda entre los cofres de hierro.
La pena y la certeza de que el mar podría tomarnos
y hacer de nosotros otra cifra incógnita
entre sus turbias aguas.

El Canal Lukes da la ronca señal de partida.
A mi lado, un hombre taciturno
enumera nombres
y escribe con palabras cortas
como si la muerte tuviera otro puerto
que no fuera la muerte.
Por la izquierda,
el Sanko Laurel también ha empezado a moverse.
Una moneda de a dos y un niño
rompen en fila india
el tembloroso cristal de las aguas.
Las palabras que se cierran
el mar que se abre
son, otra vez, uno solo.





Poema seleccionado por el autor

       

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