Compañera cósmica - Poemas de Alfonso Fajardo
Compañera cósmica
Poema publicado el 18 de Octubre de 2001
He terminado con las palabras. Me bastan
sus tibios senos para dormir esta noche.
Suficientemente he copulado con ella, en la lengua de mi sueño
queda su aceite, en mi nariz su barro y sus poros
en mis ventanas. Parte de mí, también, en ella vive;
mis líquidos circulan en sus muslos, en su vientre maduran brasas
y en su boca aún se mantiene firme, como el árbol de sangre de los recuerdos,
mi mórbida locura de volcanes que bullen en su ciudad.
No hay remedio, lisiados hemos quedado para siempre.
Cuando te alejás, inexorablemente
arrastrás mi fuego, huís de una mecha perpetua, encendida,
que en medio de tus piernas tiene su destino.
Yo, por mi parte, cargo con todos tus miembros,
con tus jadeos y gemidos despierto, respiro
tus pensamientos y mi extendida piel recuerda tu olor.
Mutilados quedamos, pequeña. Mutilada de vos
que caminás sin las piernas que me pertenecen, sin el pubis
que es mi casa, sin tus pechos que son mi almohada.
Mutilado de mí que voy sin los ojos que robaste,
sin mis manos que guardás en tu mesa de noche, sin mi cabeza
que tu ingle devoró, sin mis neuronas que tu inteligencia borraron.
Mutilados ambos, niña mala, porque tu cuerpo me piensa
y porque te piensa mi cuerpo, y ello es suficiente, pequeña,
para dormir en esta noche interminable.
Poema publicado el 18 de Octubre de 2001
He terminado con las palabras. Me bastan
sus tibios senos para dormir esta noche.
Suficientemente he copulado con ella, en la lengua de mi sueño
queda su aceite, en mi nariz su barro y sus poros
en mis ventanas. Parte de mí, también, en ella vive;
mis líquidos circulan en sus muslos, en su vientre maduran brasas
y en su boca aún se mantiene firme, como el árbol de sangre de los recuerdos,
mi mórbida locura de volcanes que bullen en su ciudad.
No hay remedio, lisiados hemos quedado para siempre.
Cuando te alejás, inexorablemente
arrastrás mi fuego, huís de una mecha perpetua, encendida,
que en medio de tus piernas tiene su destino.
Yo, por mi parte, cargo con todos tus miembros,
con tus jadeos y gemidos despierto, respiro
tus pensamientos y mi extendida piel recuerda tu olor.
Mutilados quedamos, pequeña. Mutilada de vos
que caminás sin las piernas que me pertenecen, sin el pubis
que es mi casa, sin tus pechos que son mi almohada.
Mutilado de mí que voy sin los ojos que robaste,
sin mis manos que guardás en tu mesa de noche, sin mi cabeza
que tu ingle devoró, sin mis neuronas que tu inteligencia borraron.
Mutilados ambos, niña mala, porque tu cuerpo me piensa
y porque te piensa mi cuerpo, y ello es suficiente, pequeña,
para dormir en esta noche interminable.
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