El lugar perfecto de mi alma niña - Poemas de Juan Carlos Ayala
El lugar perfecto de mi alma niña
Poema publicado el 25 de Octubre de 2024
EL LUGAR PERFECTO DE MI ALMA NIÑA
(Juan Carlos Ayala)
Mi niñez conoció un paraíso
donde la lluvia era religión,
a veces, un sol temeroso
como soldado sin casco
asomaba la cara para después
decir adiós.
Sus ríos eran melodías
que acompañaban el sueño,
sus aguas se mecían como caderas
de mujer keckchí con su traje ajustado.
Los candiles se abrían paso en la penumbra
de la noche como luciérnagas,
cualquier bulto era un fantasma
y de ahí tantas historias
que con la energía eléctrica
se desvanecieron, y las abuelas de ahora
no tienen nada que contar.
Las reses entregaban su carne,
no sin antes exclamar su último grito,
a las cuatro de la mañana,
en el campo de exterminio, el rastro.
Los potreros formaban un archipiélago,
paraíso terrenal para los patos;
las calles empedradas desoladas
invitaban a jugar la chamusca
con el chipi-chipi como árbitro.
Pero todo pasó como silueta de un ave
que atravesó el cielo de este a oeste,
mi terco recuerdo aún te imagina
como eras, el mal llamado desarrollo
devoro todo.
A pesar de todo, eres el lugar perfecto
cuando mi alma (conciencia) se empecina
en volver a ser niña.
Poema publicado el 25 de Octubre de 2024
EL LUGAR PERFECTO DE MI ALMA NIÑA
(Juan Carlos Ayala)
Mi niñez conoció un paraíso
donde la lluvia era religión,
a veces, un sol temeroso
como soldado sin casco
asomaba la cara para después
decir adiós.
Sus ríos eran melodías
que acompañaban el sueño,
sus aguas se mecían como caderas
de mujer keckchí con su traje ajustado.
Los candiles se abrían paso en la penumbra
de la noche como luciérnagas,
cualquier bulto era un fantasma
y de ahí tantas historias
que con la energía eléctrica
se desvanecieron, y las abuelas de ahora
no tienen nada que contar.
Las reses entregaban su carne,
no sin antes exclamar su último grito,
a las cuatro de la mañana,
en el campo de exterminio, el rastro.
Los potreros formaban un archipiélago,
paraíso terrenal para los patos;
las calles empedradas desoladas
invitaban a jugar la chamusca
con el chipi-chipi como árbitro.
Pero todo pasó como silueta de un ave
que atravesó el cielo de este a oeste,
mi terco recuerdo aún te imagina
como eras, el mal llamado desarrollo
devoro todo.
A pesar de todo, eres el lugar perfecto
cuando mi alma (conciencia) se empecina
en volver a ser niña.
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