En sus corazones penetra la mirada de los duendes - Poemas de Humberto Vinueza
En sus corazones penetra la mirada de los duendes
Poema publicado el 07 de Julio de 2004
En sus corazones penetra la mirada de los duendes
y recuerdan los celajes de la infancia
la mirada crédula de un pájaro
los rostros amados y ningún nombre
todos los nombres y ningún semblante
las horas de todas las lluvias en el cerro
la sombra persiguiendo el santiamén de un rayo.
Buscan el día en que el cielo parecía caerse
y las casas viejas ser otra vez andamios
con suficiente altura para silbar
entre pánicos desiguales.
La diosa de la vida envía el rocío
y refresca fotografías de familia en el atrio de la iglesia
junto al mástil encebado o bajo la bandera
de quienes alanceaban rebaños de reses y ovinos
cultivaban surcos con aparejos que les negaban reposo.
Ebrios de vista interior descuidaban el orden
entre faldas de muchachas y aguardiente
hablaban sobre el clima con las lenguas juntas.
Todavía poseen distintivo de contagiosa orfandad.
Resplandecen en todo sitio donde se arquea un eucalipto
pare la oveja una nube
o improvisa el gallo su canto invertebrado.
Son justos cuando desafían al destino y riñen entre sí
por aquello que siempre será un compás de espera.
El corazón en su avatar sin descanso
a veces se arruga como la piel.
Poema publicado el 07 de Julio de 2004
En sus corazones penetra la mirada de los duendes
y recuerdan los celajes de la infancia
la mirada crédula de un pájaro
los rostros amados y ningún nombre
todos los nombres y ningún semblante
las horas de todas las lluvias en el cerro
la sombra persiguiendo el santiamén de un rayo.
Buscan el día en que el cielo parecía caerse
y las casas viejas ser otra vez andamios
con suficiente altura para silbar
entre pánicos desiguales.
La diosa de la vida envía el rocío
y refresca fotografías de familia en el atrio de la iglesia
junto al mástil encebado o bajo la bandera
de quienes alanceaban rebaños de reses y ovinos
cultivaban surcos con aparejos que les negaban reposo.
Ebrios de vista interior descuidaban el orden
entre faldas de muchachas y aguardiente
hablaban sobre el clima con las lenguas juntas.
Todavía poseen distintivo de contagiosa orfandad.
Resplandecen en todo sitio donde se arquea un eucalipto
pare la oveja una nube
o improvisa el gallo su canto invertebrado.
Son justos cuando desafían al destino y riñen entre sí
por aquello que siempre será un compás de espera.
El corazón en su avatar sin descanso
a veces se arruga como la piel.
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