Cuando digo humo
Se me caen las sílabas de la boca de fuego: en-niebladas,
y se van borrando en el descenso como nieve derretida en el aire,
hasta convertirse en agua blanda;
en agua nada más y luego en una humedad que se diluye sobre las aceras para después no quedar ni rastro,
nada, nada.Y se me olvida el resto, sobra la palabra edén, paraíso o maná.
Pero falta el aire incorrupto, se hecha de menos: la mano sobre la mano,
sin mirar el ojo ninguna de las diferencias o colores,
sin pensar ni tan siquiera con la fugacidad del relámpago; en las distinciones ,
honores y demás condecoraciones que la otra mano retuvo ,quizá en el desorden contradictorio del cuerpo.
Solo se espera que todo vuelva a su lugar, a su origen,
al vértice triangular donde fueron engendrados los primeros principios.
Evolución, si, pero sin los arrebatos necesarios de la rabia,
sin la lucha de carácter y la voluntad de poder del genio, sin la pequeña revolución de las horas al día,
nada significara nada más, que erosión y desierto de las ideas, de los sentires: la muerte en vida del hombre.
El autómata del sistema, premiado con la reclusión y el desconocimiento de las nuevas vicisitudes del ser
y sus investigaciones más perentorias, no tendrá cabida en El Último Reino.
Hablo del sentido de la poesía autentica, primigenia del hombre, escrita o no,
y la acción humanista, compartida, a ese todo que dirige lo mejor de la vida,
a eso me refiero cuando digo humo.
Se me caen las sílabas de la boca de fuego: en-niebladas,
y se van borrando en el descenso como nieve derretida en el aire,
hasta convertirse en agua blanda;
en agua nada más y luego en una humedad que se diluye sobre las aceras para después no quedar ni rastro,
nada, nada.Y se me olvida el resto, sobra la palabra edén, paraíso o maná.
Pero falta el aire incorrupto, se hecha de menos: la mano sobre la mano,
sin mirar el ojo ninguna de las diferencias o colores,
sin pensar ni tan siquiera con la fugacidad del relámpago; en las distinciones ,
honores y demás condecoraciones que la otra mano retuvo ,quizá en el desorden contradictorio del cuerpo.
Solo se espera que todo vuelva a su lugar, a su origen,
al vértice triangular donde fueron engendrados los primeros principios.
Evolución, si, pero sin los arrebatos necesarios de la rabia,
sin la lucha de carácter y la voluntad de poder del genio, sin la pequeña revolución de las horas al día,
nada significara nada más, que erosión y desierto de las ideas, de los sentires: la muerte en vida del hombre.
El autómata del sistema, premiado con la reclusión y el desconocimiento de las nuevas vicisitudes del ser
y sus investigaciones más perentorias, no tendrá cabida en El Último Reino.
Hablo del sentido de la poesía autentica, primigenia del hombre, escrita o no,
y la acción humanista, compartida, a ese todo que dirige lo mejor de la vida,
a eso me refiero cuando digo humo.