Segundo poema para antes de morir - Poemas de ANTONIO GAMERO
Segundo poema para antes de morir
Poema publicado el 11 de Noviembre de 2008
Siento ya sobre el ojo que vio correr los días
Batiendo récords trágicos de muerte
El llanto de los hombres caídos en desgracia
Después de ser ministros o inmunes consejeros
En el imperio de Dios y la esperanza.
Sorbo la miel salobre
De los panales míseros que el huracán sacude
En árboles bañados de espanto y de ceniza.
Y mi nombre de pila ya no es nombre:
Es un sonido roto, doloroso y sin forma
Rodando hacia un planeta
De mujeres sin ojos, sin manos y sin sexo,
—Pájaro desplumado que va clavando el pico—.
Y este motor nervioso de mis pies ateridos
Avienta borbotones de aceite —roja sangre
Que quiere resistirse
A seguir por las rutas
Olorosas a estiércol recién humedecido
Y a piernas femeninas destrozadas
Por hambrientos y largos colmillos.
En la puerta que entreabre
Sus grandes, sus inmensas fauces al Oeste,
Hay una vieja sórdida que me llama,
Reloj en mano. Es ella: la abominable muerte:
La misma que con ojos sin pupila
Hipnotiza al anciano
Y se queda dormida con su mentón de huesos
En las tranquilas vísceras de un niño.
¿Me ves? ¿Me oyes? ¿Me sientes? ¿Te me apiadas?
Soy un párvulo enfermo
Meciéndose en hamacas de tristeza,
Un párvulo con hambre y ánimo desganado
Que en su llanto terrible e inexplicable
Quisiera hacer brotar de entre los labios
Un nombre, un nombre, un nombre,
Y agarrarse a una sombra cualquiera.
Mujer en cuyos senos con lunares
Amamanté mis ansias terrestres de lobezno,
Voy a morir: ¡Estoy contrito y desolado
Con la desolación de un padre anciano y ciego
Que en su agonía abraza a un hijo manco!
Poema publicado el 11 de Noviembre de 2008
Siento ya sobre el ojo que vio correr los días
Batiendo récords trágicos de muerte
El llanto de los hombres caídos en desgracia
Después de ser ministros o inmunes consejeros
En el imperio de Dios y la esperanza.
Sorbo la miel salobre
De los panales míseros que el huracán sacude
En árboles bañados de espanto y de ceniza.
Y mi nombre de pila ya no es nombre:
Es un sonido roto, doloroso y sin forma
Rodando hacia un planeta
De mujeres sin ojos, sin manos y sin sexo,
—Pájaro desplumado que va clavando el pico—.
Y este motor nervioso de mis pies ateridos
Avienta borbotones de aceite —roja sangre
Que quiere resistirse
A seguir por las rutas
Olorosas a estiércol recién humedecido
Y a piernas femeninas destrozadas
Por hambrientos y largos colmillos.
En la puerta que entreabre
Sus grandes, sus inmensas fauces al Oeste,
Hay una vieja sórdida que me llama,
Reloj en mano. Es ella: la abominable muerte:
La misma que con ojos sin pupila
Hipnotiza al anciano
Y se queda dormida con su mentón de huesos
En las tranquilas vísceras de un niño.
¿Me ves? ¿Me oyes? ¿Me sientes? ¿Te me apiadas?
Soy un párvulo enfermo
Meciéndose en hamacas de tristeza,
Un párvulo con hambre y ánimo desganado
Que en su llanto terrible e inexplicable
Quisiera hacer brotar de entre los labios
Un nombre, un nombre, un nombre,
Y agarrarse a una sombra cualquiera.
Mujer en cuyos senos con lunares
Amamanté mis ansias terrestres de lobezno,
Voy a morir: ¡Estoy contrito y desolado
Con la desolación de un padre anciano y ciego
Que en su agonía abraza a un hijo manco!
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