Laberinto - Poemas de Alfonso Fajardo
Laberinto
Poema publicado el 23 de Marzo de 2006
Parto del tiempo, a sus pies me debo.
Bajo el azul de la noche mi palabra pretende
ser neón de algún paraíso furtivo.
La ciudad lanza su violento oleaje de lenta sangre,
su corazón es el templo donde se averigua lo prohibido,
y yo, caminando estas calles de sombras eternas,
le doy paso a las cuerdas de la tristeza hasta que mis ojos,
cansados de vida y no de tiempo, reflejan
el idioma universal de la locura y los diálogos del espiral.
Mi vida es un cigarro expirando
en los salones oscuros del hambre.
¿Dónde el calor de los caminos?,
¿el fuego de los ancestros?,
¿las coronas de espinas?.
Debo confesar la historia de los mares,
sus aguas que asfixian las islas del pecho, debo comentar.
Esta calle me llama la atención, me llama
por mi nombre y me invita a su vientre de luces,
sus focos rojos me recuerdan la belleza del peligro
al que me lanzo. Letras, palabras, códigos parpadeantes
donde se aprende la semiótica del delirio.
Árboles de la fosforescencia, de frutos de fuego atiborrado,
rápidos peces bajo la ebriedad de las flores,
fuentes de la desmesura de la eternidad,
capiteles macilentos donde duerme el orín,
laberintos, hermosos laberintos
donde aprendí a perderme
sin más luz que la anarquía.
Poema publicado el 23 de Marzo de 2006
Parto del tiempo, a sus pies me debo.
Bajo el azul de la noche mi palabra pretende
ser neón de algún paraíso furtivo.
La ciudad lanza su violento oleaje de lenta sangre,
su corazón es el templo donde se averigua lo prohibido,
y yo, caminando estas calles de sombras eternas,
le doy paso a las cuerdas de la tristeza hasta que mis ojos,
cansados de vida y no de tiempo, reflejan
el idioma universal de la locura y los diálogos del espiral.
Mi vida es un cigarro expirando
en los salones oscuros del hambre.
¿Dónde el calor de los caminos?,
¿el fuego de los ancestros?,
¿las coronas de espinas?.
Debo confesar la historia de los mares,
sus aguas que asfixian las islas del pecho, debo comentar.
Esta calle me llama la atención, me llama
por mi nombre y me invita a su vientre de luces,
sus focos rojos me recuerdan la belleza del peligro
al que me lanzo. Letras, palabras, códigos parpadeantes
donde se aprende la semiótica del delirio.
Árboles de la fosforescencia, de frutos de fuego atiborrado,
rápidos peces bajo la ebriedad de las flores,
fuentes de la desmesura de la eternidad,
capiteles macilentos donde duerme el orín,
laberintos, hermosos laberintos
donde aprendí a perderme
sin más luz que la anarquía.
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