En el silencio de la noche - Poemas de Juan Carlos Ayala
En el silencio de la noche
Poema publicado el 10 de Diciembre de 2024
EN EL SILENCIO DE LA NOCHE.
(Juan Carlos Ayala)
La noche del campo es especial,
los animales nocturnos
aprovechan la cobertura
del manto negro que da la noche
y el silencio que deja la ausencia
del humano; se levantan de su letargo
diurno para alimentarse unos de otros.
En una cadena infinita
desde el más grande hasta el mas
diminuto; unos hacen gala
de su privilegiada vista nocturna,
otros de su endemoniado olfato.
La lechuza toma posición en su mirador
ubicado en un árbol de hoja de hule,
y con sus binoculares naturales
barre todo el horizonte en busca
su primera víctima, ¡tiene hambre!,
un ratón, una lagartija, un pollito,
un conejito, son figuras que se
reproducen en su pequeño cerebro,
¡mmmm! se lame los labios.
Aparece el gato, y como todo un felino
avanza, sigilosamente; cada ruido
puede ser la cena. –Donde estas rata—
se pregunta.
El torpe tacuazín sale de su madriguera
olfateando todo, como aspiradora,
con la esperanza de que alguna gallina
se le haya ocurrido acostarse tarde,
o algún pollito ande extraviado,
merodea los gallineros por si tienen
algún agujero por dónde meterse
y darse el festín de su vida; pero
si no, cualquier culebrita,
que condimentada con buen
apetito sale exquisita.
El gato ve hacia arriba y mira
dos faros brillantes que lo vigilan,
es la lechuza, y piensa: --si pudiera
trepar hasta allí, con esta hambre,
trataría de cazarla, ¡se ve sabrosa!.
La lechuza, ve al gato que la ve,
y medita: --lástima que está muy grande
ese minino.
Los conejos aprovechan para hartarse
de las mejores yerbas, en silencio,
tratan de no ser vistos por la lechuza,
al menos los pequeños,
los grandes pueden darle pelea,
los gatos no les afligen, los tacuacines
son demasiados torpes y lentos
y hacen demasiada bulla al caminar;
se tienen que cuidar de los perros
que son rápidos, agiles y su mordida
es mortal; los delatan
sus ojos, brillan como estrellas
en una noche de luna llena.
Los ratones rondan la milpa,
les gusta el maíz y las bananas
pero saben que el gato esta por allí,
la lechuza también, que observa
los movimientos del gato porque
donde acecha el gato
hay posibles presas,
es la que domina, desde su posición,
todo lo que sucede, es como una
cámara nocturna.
Las arañas aprovechan para tejer
sus telarañas para emboscar alguna
mosca, zancudo, o, en el mejor de los
casos, una cucaracha descuidada.
Los grillos cantan y le ponen un
poco de ritmo a la noche,
y comen las hojas de las plantas.
La lagartija, multicolor, trepada
en el árbol, devora arañas, grillos,
y cualquier insecto que se le
cruce en el camino,
pero sabe que es un plato
sabroso para el gato,
no puede descuidarse.
La cadena no termina allí,
pero si la noche, y el amanecer
no tardará en llegar; muchos
de ellos, más que descansar,
deben esconderse del humano
para no ser cazados;
otros, simplemente, tienen
que ir a descansar para otra noche
más de cacería.
Amanece, y se pierde el silencio….
Poema publicado el 10 de Diciembre de 2024
EN EL SILENCIO DE LA NOCHE.
(Juan Carlos Ayala)
La noche del campo es especial,
los animales nocturnos
aprovechan la cobertura
del manto negro que da la noche
y el silencio que deja la ausencia
del humano; se levantan de su letargo
diurno para alimentarse unos de otros.
En una cadena infinita
desde el más grande hasta el mas
diminuto; unos hacen gala
de su privilegiada vista nocturna,
otros de su endemoniado olfato.
La lechuza toma posición en su mirador
ubicado en un árbol de hoja de hule,
y con sus binoculares naturales
barre todo el horizonte en busca
su primera víctima, ¡tiene hambre!,
un ratón, una lagartija, un pollito,
un conejito, son figuras que se
reproducen en su pequeño cerebro,
¡mmmm! se lame los labios.
Aparece el gato, y como todo un felino
avanza, sigilosamente; cada ruido
puede ser la cena. –Donde estas rata—
se pregunta.
El torpe tacuazín sale de su madriguera
olfateando todo, como aspiradora,
con la esperanza de que alguna gallina
se le haya ocurrido acostarse tarde,
o algún pollito ande extraviado,
merodea los gallineros por si tienen
algún agujero por dónde meterse
y darse el festín de su vida; pero
si no, cualquier culebrita,
que condimentada con buen
apetito sale exquisita.
El gato ve hacia arriba y mira
dos faros brillantes que lo vigilan,
es la lechuza, y piensa: --si pudiera
trepar hasta allí, con esta hambre,
trataría de cazarla, ¡se ve sabrosa!.
La lechuza, ve al gato que la ve,
y medita: --lástima que está muy grande
ese minino.
Los conejos aprovechan para hartarse
de las mejores yerbas, en silencio,
tratan de no ser vistos por la lechuza,
al menos los pequeños,
los grandes pueden darle pelea,
los gatos no les afligen, los tacuacines
son demasiados torpes y lentos
y hacen demasiada bulla al caminar;
se tienen que cuidar de los perros
que son rápidos, agiles y su mordida
es mortal; los delatan
sus ojos, brillan como estrellas
en una noche de luna llena.
Los ratones rondan la milpa,
les gusta el maíz y las bananas
pero saben que el gato esta por allí,
la lechuza también, que observa
los movimientos del gato porque
donde acecha el gato
hay posibles presas,
es la que domina, desde su posición,
todo lo que sucede, es como una
cámara nocturna.
Las arañas aprovechan para tejer
sus telarañas para emboscar alguna
mosca, zancudo, o, en el mejor de los
casos, una cucaracha descuidada.
Los grillos cantan y le ponen un
poco de ritmo a la noche,
y comen las hojas de las plantas.
La lagartija, multicolor, trepada
en el árbol, devora arañas, grillos,
y cualquier insecto que se le
cruce en el camino,
pero sabe que es un plato
sabroso para el gato,
no puede descuidarse.
La cadena no termina allí,
pero si la noche, y el amanecer
no tardará en llegar; muchos
de ellos, más que descansar,
deben esconderse del humano
para no ser cazados;
otros, simplemente, tienen
que ir a descansar para otra noche
más de cacería.
Amanece, y se pierde el silencio….
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